La historia de mi EM, parte 3: sin descanso

En la tercera parte de mi historia con la esclerosis múltiple la protagonista es una nueva neuritis, otra vez en el ojo derecho. Nueve meses después de mi primer ingreso hospitalario por la EM y del comienzo del tratamiento con interferón beta, la historia se repetía. 


Un día me levanté con molestias y dolor en el ojo derecho y visión borrosa, que iba empeorando a lo largo del día. Los objetos y los colores parecían muy brillantes, sobre todo el blanco, y las luces muy deslumbrantes, por débiles que fueran. 

Esta vez, desde que noté que algo iba mal, esperé casi 48 horas antes de acudir al médico. El neurólogo me había dicho que un brote es la aparición de un síntoma, con gran intensidad, que permanece durante un período mínimo de 24 horas. Si llegara a encontrarme así, o bien si la situación es insostenible, entonces debía ir directamente a urgencias (como la vez anterior). Desde luego, es muy diferente acudir al médico en una situación o en otra: esta vez no necesitaba ayuda para caminar, ni me mareaba, ni me sentía muy cansada. El único problema era el dolor en el ojo y la visión borrosa.

De urgencias me pasaron a oftalmología. Era verdad que había perdido agudeza, visión cromática y campo visual, pero esta vez no se apreciaba inflamación al ver el fondo de ojo, por lo que las lesiones se encontrarían en algún punto posterior del nervio óptico.

En la consulta de neurología me encontré con una nueva doctora. Concluyó que estaba sufriendo un nuevo episodio de neuritis óptica y que era conveniente el ingreso en el hospital. En un principio no me gustó la idea, porque yo tenía en la cabeza mi anterior estancia en el hospital (lo mal que me encontraba) y no pensaba que este brote fuera para tanto, y más cuando ya había pasado una neuritis óptica. Tampoco me gustó la idea de los corticoides, que me dejan hecha polvo... pero accedí. Era mi tercer brote en menos de dos años.

Por este brote me perdí las últimas tres semanas de clase en la universidad y los exámenes de mayo (y parte de los de junio). Me vi obligada a revelar mi diagnóstico a personas que de otra forma nunca se lo diría, por la escasa relación que tenemos y porque desconozco cómo reaccionan en estos casos. La ronda de conversaciones fue agotadora y las respuestas fueron de todos los colores, pero al final todo el mundo intentó colaborar conmigo como pudo y darme facilidades, así que todo salió prácticamente como si nada hubiera ocurrido.

Después de realizar una nueva resonancia, la neuróloga dijo que la buena noticia es que el tratamiento está funcionando, porque la neuritis no fue grave y porque las lesiones del brote anterior estaban inactivas.

Sin embargo, mi visión ha cambiado bastante. Desde entonces, los días soleados no puedo salir de casa sin mis gafas de sol. Paso menos tiempo mirando la pantalla del ordenador o de la televisión, y para leer tengo que cuidar a la iluminación, para que no me dé directamente en los ojos, o para que no haya ningún reflejo en un cristal, etc. Cada vez que hago algún esfuerzo físico (pequeño, eso sí) y cada vez que siento mucho calor, la visión borrosa vuelve (fenómeno de Uhthoff). Ver bien es mucho más que ser capaz de distinguir las letras a diferentes distancias.

¿Qué síntomas os resultan más molestos?

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